Juan, vivía en una casa rural, en un municipio alejado de la ciudad, Argelia, Antioquia, para ser más exactos.
Esa mañana de domingo, después de desayunar su arepa con queso y chocolate de sobremesa Juan salió con Conan, su perro, a jugar por la finca, corrían, se abalanzaban uno sobre otro, se subíeron a los arboles, se alejaron de la casa, jadearon sedientos, bajaron corriendo a la quebrada y bebieron agua, volvieron a seguir corriendo, tumbaron mangos, Juan los llevaba en los bolsillos de su pantalón y en una tula que llevaba a sus espaldas, miró el reloj, siguió corriendo, Conan se alejaba, pero Juan lo seguía con sus rápidas piernas, llegaron a campo abierto, no detuvieron su paso, volvían a casa, el suelo explotó, Conan iba adelante y no lo notó, Juan sintió como se elevaba, llegaba al cielo, pero no sintió cuando volvió a caer.
EXCELENTE t_t
pero por qqqqqqqqqqqqqqq!!!!!!!!!!!!!!!! 😦
Como Juan muchos tampoco se han sentido caer. Y nosotros quienes no hemos sido levados de esa manera…hoy los recordamos y nos dolemos por ellos